En el negocio de la aviación hay un principio sagrado:
👉 “La seguridad no es negociable”.
Boeing, durante décadas, fue el estandarte de ese principio. Hoy, es el ejemplo de cómo una empresa puede dinamitar su legado cuando pone los beneficios por encima de la ingeniería, la contabilidad por encima de los técnicos, y Wall Street por encima de los pasajeros.
El principio del derrumbe: la traición al ingeniero
Todo empieza a finales de los 90, cuando Boeing se fusiona con McDonnell Douglas. La vieja cultura de ingeniería pura de Boeing empieza a ser sustituida por ejecutivos de Excel, MBAs obsesionados con el margen operativo y la cotización bursátil.
Los ingenieros son desplazados de las decisiones estratégicas.
Se deslocaliza masivamente la producción, externalizando piezas críticas a subcontratas.
Se recortan controles de calidad para “agilizar” entregas.
Se implanta una cultura de «produce ahora, arregla después».
737 MAX: la primera gran señal de alarma
El 737 MAX es el fruto podrido de esta estrategia:
Un avión antiguo, rediseñado apresuradamente para competir con el A320neo de Airbus.
Se añade el sistema MCAS para compensar los problemas aerodinámicos, ocultándolo deliberadamente a los pilotos.
Resultado: dos accidentes fatales (Lion Air 2018 y Ethiopian 2019), 346 muertos y el mayor escándalo aeronáutico del siglo XXI.
A cualquier otro fabricante esto lo habría hundido. Pero Boeing siguió adelante.
El Dreamliner 787: de estrella a bomba de relojería
El 12 de junio de 2025, un 787-8 de Air India cae 30 segundos después del despegue en Ahmedabad:
242 personas a bordo; 241 fallecidos.
38 muertos adicionales en tierra.
Primer accidente mortal de un 787. Pero no un accidente fortuito:
Los primeros indicios apuntan a fallos de flaps, tren extendido en despegue, motores GEnx y sistemas electrónicos.
Tan solo 4 días después, otro 787 de Air India (AI-315) regresa de emergencia a Hong Kong por fallo técnico. Dos incidentes graves en el mismo modelo en 4 días. ¿Casualidad? No. Patrón.
El escándalo del «door plug» del Alaska Airlines
En paralelo, Boeing sigue pagando el precio de su descomposición industrial:
5 de enero de 2024: un 737 MAX 9 de Alaska Airlines sufre descompresión brutal al perder la tapa de emergencia del fuselaje a 6.500 pies.
La NTSB descubre que faltaban 4 tornillos críticos. Nunca fueron reinstalados tras una reparación.
El operario experimentado estaba de vacaciones; el montaje lo realizó personal sin experiencia supervisora.
Un avión comercial circuló días sin tornillos en una compuerta vital.
Inaceptable. Indefendible. Criminal.
Spirit AeroSystems: la deslocalización descontrolada
Mientras tanto, Boeing externaliza cada vez más su cadena de producción:
Spirit AeroSystems (Kansas, Malasia) fabrica los fuselajes del 737 MAX y piezas clave del 787.
Ex trabajadores denuncian “miles de defectos ignorados”, piezas mal perforadas, controles inexistentes.
Boeing ya negocia comprar Spirit, en un intento desesperado de volver a controlar el desmadre que ellos mismos provocaron al subcontratar.
Cuando subcontratas piezas críticas a empresas sometidas a la misma presión de plazos, el error deja de ser un accidente y pasa a ser un sistema industrializado de negligencia.
La FAA y la NTSB: vigilando a boeing
Hoy la FAA tiene limitado el ritmo de producción del 737 MAX. La NTSB desmenuza los fallos del door plug. Las autoridades indias revisan ahora la flota entera de Dreamliners.
Pero el daño estructural va mucho más allá:
Cultura corporativa podrida.
Red de subcontratistas fuera de control.
Ingeniería relegada por ejecutivos de Excel.
Supervisión documental inexistente.
Errores de montaje de alumnos en prácticas sin experiencia.
Boeing ya no es un fabricante de aviones. Es un fabricante de riesgos.
Lo que antes era la referencia mundial de fiabilidad se ha convertido en una bomba ambulante que:
Multiplica fallos de calidad industrial básicos.
Acumula accidentes y emergencias en sus principales modelos.
Ha perdido la confianza de sus propios clientes.
No hablamos de incidentes aislados. Hablamos de un modelo de negocio enfermo.
¿Tiene salvación Boeing?
SÍ. Pero exige una cirugía brutal:
Despedir al 90% de la cúpula directiva.
Devolver la dirección a los ingenieros.
Reinternalizar urgentemente la producción crítica.
Realizar auditorías técnicas externas globales.
Documentar hasta el último tornillo.
Poner fin a décadas de ingeniería financiera tóxica.
El mensaje final
Boeing no es hoy un problema técnico. Es un problema ético.
Mientras no antepongan la seguridad al dividendo, seguiremos contando muertos.
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